jueves, 26 de junio de 2014

Nosotros contra nosotros

Un evento tan importante para nosotros como un Mundial de fútbol nos expone enormemente. Nos muestra unidos por una energía controlada por el viento y las circunstancias. Esto no es precisamente bueno para nosotros. Las sensaciones a flor de piel nos deja vulnerables ante los intentos de persuasión de líderes de opinión que no siempre se han ganado ese lugar por inteligencia o méritos sociales. 

Los medios de comunicación y con éstos, principalmente las redes sociales, nos atormentan a mensajes de toda índole. Esas circunstancias movidas por los hechos nos dejan en la puerta un montón de herramientas que reproducimos instintivamente por simple impulsos emocionales. Esto es hermoso cuando el fin es una alegría compartida, aunque como todo lo excesivo, se vuelve peligroso estando tan cerca de una nueva derrota, como ha sucedido eternamente. No conozco al ganador infinito. 

La capacidad unificadora es incuestionable. Pero no todo nacionalismo es provechoso. Es más, conozco más errores que logros por eso. O mejor dicho, la historia ha demostrado que esto también se ha transformado en una herramienta para que los oportunistas aprovechen esa cohesión en beneficio propio. 

La adhesión desmesurada, cuando el viento viene en contra, suele ponernos a la defensiva y bipolarizar nuestro universo. Somos nosotros o ellos. Y lamentablemente esto anula nuestra capacidad crítica frente a los hechos. Lo que digan los de en frente será repudiado y nuestro discurso tendrá más características populistas que constructivas. Este fenómeno se ha expandido hasta el periodismo y los medios de comunicación que también viven desde el prejuicio y son simples portavoces de lo que la gente desea escuchar transformando esto cada vez más en una bola de nieve. Las fieras piden y los medios todavía cuentan con una confianza que desaprovechan tirando pasto buscando rating. 

Creo que es momento de parar, observar, exigir mayor profundidad en el análisis de los hechos, quitarse las banderas enceguecedoras y proponerse ser más autocríticos y conciliadores con nosotros mismos. La verdad es de todos y sus consecuencias también. Pelearnos en busca de la injusticia a nuestro favor es alimentar a los que se nutren de nuestro grito anónimo, inentendible y ensordecedor. 


En las cosas necesarias, unidad; en las dudosas, la libertad; y en todos, la caridad”. San Agustin.