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Foto: Película 25 Watts |
Pero en una de esas las casualidades nos vuelven a juntar. Coincidimos tres o cuatro y nos volvemos a ver. Las excusas siempre son eso; excusas. Si en realidad no se necesitan motivos para abrazarnos.
Volvamos a la plaza, al muro, al patio de una casa. Que sin querer empiecen a caer los demás. El que se desprende los últimos botones de la camisa, enrolla la corbata y pasa a buscar esas dos cervezas que nos vuelven a juntar.
Volvamos a cantar canciones de tribuna. A hablar del partido que le ganamos aquel verano con el gol del Gordo. Que se repitan las frases de la adolescencia. Los cuentos. Las peleas que cada vez que las contamos, más héroes nos hacen.
Volvamos a decirle "salú" a la vecina que nos pide silencio. Es una noche, señora. Volvamos a hacernos los serios cuando pasa el padre de alguno, como si él no supiera que detrás del banco siempre hay lo que él también quisiera sentarse a tomar.
Que venga ese amigo con la novia, y ya desde varios metros atrás sepa que le erró. Que hoy no es un día para ella. No es que no la queremos. Pero hay días que el género se transforma en una secta. Las libertades son otras, y hasta por respeto a ella misma, mejor que no esté.
Que del perfume queden solo los restos. Sin espejos, sin ropas de calidad, sin tanto lujo. Que el resumen sea solo "nos juntamos" y que con eso baste. Siempre está el que la quiere seguir en algún boliche, o más lejos. Pero en realidad, se sabe que la borrachera de verano queda ahí.
Que al otro día el cansancio, sueño y dolor de cabeza se entrevere con las sonrisas cómplices. Que nos enorgullezca la vergüenza.
Dale, volvamos. Prestémosle una noche a la adolescencia. Al rencuentro. Somos circunstancias, hagamos que coincidan con nuestro deseo.
Que el equilibrio nos mire de cerca, pero que nos deje ser libres un rato. Regalémonos una borrachera de verano, solo eso.
me encanto chi!
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