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Foto: http://victorcuevas.es/ |
Llegó Marzo y con éste, el comienzo de las clases. Una vez
más, los medios de comunicación fueron a realizar sus móviles desde la puerta
de algún liceo y dejar en evidencia la angustia generalizada de los alumnos que
viven esos instantes previos como el mismísimo ingreso al infierno.
Hay pocas cosas más repetitivas que el accionar de nuestro
país, y con éste, del periodismo diario. Obviamente, llegamos a un nuevo
comienzo del “año lectivo” con problemas edilicios. ¿Cuándo no? No conozco
liceo público que permanezca más de dos semanas con vidrios sanos, paredes pintadas
correctamente y sin problemas de
electricidad.
Período a período, al ingresar a la institución uno se encuentra
con la cara de la directora expresando su mayor esfuerzo para parecer simpática
mientras va registrando todas las caras que pasaron por su escritorio en
años anteriores y sufre terriblemente el reencuentro. Mientras tanto, vos vas subiendo las escaleras y
observando detenidamente si siguen los mismos grafitis que dejaste el año anterior
y te das cuenta que sí, efectivamente están. Pero opacados por una tímida
pintura blanca, que parece haber sido cortada con agua para poder cubrir la
totalidad del edificio. En definitiva, uno siente que nada cambió, está todo en su lugar.
El griterío por esos instantes es mortal, mientras uno
pierde el tiempo en fijarse cuáles son las compañeritas nuevas y si el nerd que
interrumpe al profesor todo el tiempo volverá a martirizarte tu año, el docente comienza a pasar la lista como si verdaderamente le interesara saber
sobre ti. En facultad, es muy común que te consulten qué orientación pensás
seguir o por qué estás ahí. “No hay muchas razones Sr. Profesor. Si no estudio,
mis padres me echan de mi casa y yo todavía no estoy en condiciones de bancarme
sólo. El boliche me saca mucha plata los fines de semana. Es como una relación
de empleado público, ¿vio? Yo cumplo un horario, ellos no me echan” Bueno, lo
de cumplir un horario en los empleos
públicos, hablando en el mejor de los casos, claro.
La primera semana es terrible. Entre las pocas ganas del
estudiante de estar allí y la nula preparación de las clases que tienen los
profesores, los minutos se hacen eternos. Son simplemente presentaciones que no
tienen sentido ninguno ya que probablemente dos apellidos después el docente se
olvidó de tu información.
Y por último, hay un detalle que no quiero dejar pasar. Si
bien no me manejo generalmente con datos científicos, estoy en condiciones de
afirmar que el 96% de los educadores bajan entre 3 y 5 kilos en esa semana. La transpiración
que les genera tener que pararse frente a 30 jóvenes que lo observan como
midiendo hasta dónde pueden sobrepasar los límites ese año es brutal. Tienen
claro que de esos días depende su estado mental durante todo el año. No pueden
mostrarse débiles frente a la peor amenaza del planeta que son los
adolescentes.
Igual, hay algo que me deja tranquilo. Los profesores ya
están trabajando en este problema y tomaron como medida realizar un paro en los
primeros días de clase. Está muy bien, alguien lo tenía que hacer.
Jajaja muy bueno....y mucha verdad en esas palabras, creo que todos nos vimos en esa posturao en algun momento de nuestas vidas.
ResponderEliminarAhora lo mejor es el rencuentro con los profesores y ni hablar con esa directora, con la que pasas grandes tardes de charla, contandole porque estas con ella y no en tu clase jeje...un beso grande chi y muy bueno la verdad
Jeje. Si sabrás vos de charlas con los directores.. Arriba! gracias!!
Eliminarbuenisimo santy aunque a parte del humor exista una triste verdad
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