lunes, 4 de noviembre de 2013

Sirviendo a la sociedad

Fui buscando seguridad y me sentí aún más vulnerable. Estaba solo, rodeado de gente con disfraces que les otorgan un poder que no saben manejar. Me habían robado y lo seguían haciendo. Primero dinero y algunas pequeñeces materiales y después un montón de certezas que creía tener.

No quiero transmitir un mensaje apocalíptico sobre la inseguridad, solo pretendo compartir el vacío que me generó creer que para algunos policías las personas van a hacer un mero trámite a la comisaría. Y que decirles; "ya está, ahora ya pasó" a quienes le acaban de extirpar lo que es suyo es un consuelo de tontos. Reconocemos que el pasado es inmodificable, pero, si no es mucha molestia, permítame sentir enojo e impotencia, señor oficial.

Es cierto, y a la vez alarmante, saber que muchos de nosotros no iríamos a hacer la denuncia de los objetos robados si ésta no fuera imprescindible para obtener los duplicados. Pero este accionar común, debe ser producto de malas experiencias, ya que prefiere guiarse por la corriente empírica, mucho más lógica y racional, señor oficial.

Mientras esperaba mi turno, en un lugar hostil, con plantas disecadas, manchas de de humedad en las paredes pintadas de celeste inerte, escuchaba los gritos de una señora que, deduje, estaba haciendo su denuncia. Quien según mi asociación, le tomaba declaraciones, le pedía con tono autoritario que le reprodujera textualmente los insultos que habría recibido. Con altibajos en su entonación, accedió. Ya que va a buscar algunos significados en el diccionario, señor oficial, 'échele un vistazo' a la palabra vergüenza, humillación y pudor. 

Haciendo alusión a dichos gritos de la pieza lindera, el policía que unos minutos más tarde me iba a tomar la denuncia tituló: "Dejá, un quilombo bárbaro". Se mostraba molesto. No tanto por la degradación que sintió y sentía la mujer en ese momento, sino por los gritos. No se olvide de la palabra empatía, señor oficial. ¿O debo llamarlo "botija" o "cabeza"? Como me llamó usted a mí. No sé, cada vez entiendo menos.


"Yo no puedo creer, te piden un papel que lo van a tirar a la basura. En este país están para trancarte las bolas. Soluciones nadie te da, pero pa' joderte son como mandados hacer. Bueno, vamo' a hacerlo entonces" respondió y yo sentía que concordaba con alguien que no pensaba lo que decía, sino que repetía una exclamación popular y facilista. Lo entiendo, señor oficial, usted también es una persona, que se queja del gobierno, que sufre para llegar a fin de mes, que le molesta la burocracia en las oficinas públicas, etc. Pero usted está ahí con un fin. Con el fin de mantener el orden y no solo el cronológico, que tampoco lo logra, aunque no es el único responsable. Si usted, en su lugar, no me ofrece garantías, no me arropa en un momento de suma fragilidad, ¿adónde debo ir?

Cuando salí de la comisaría, volví a ver el Sol, me rodee de gente que no conocía pero que no tenía la obligación de protegerme, me sentí más seguro. Preferí confiar en la incertidumbre y no en el poder otorgado. El símbolo de los previsores del caos me llenó de dudas. Y después de desconfiar en las aptitudes de un policía, ¿qué queda?



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