miércoles, 15 de mayo de 2013

¡Atento Kesman!


Foto: https://twitter.com/JorgeMunoz_
En mi país, la música del domingo tiene la voz de un locutor comercial que rompe la armonía nombrando empresas con una velocidad única. La de un periodista que habla fuerte, claro y casi como un robot desde “estudios centrales” (muchas veces apenas hay estudios, imagínese si habrá centrales y periféricos). La de un comentarista,  que es presentado como que viene a decir la gran verdad, como si nosotros no hubiésemos analizado en la semana eso mismo que él nos dice, de todas formas, ya sea para estar de acuerdo o para discrepar, esperamos ansiosos que nos llene de argumentos para insultarlo. Y la de un hombre que cuenta qué pasa con 22 tipos detrás de una pelota e infarta cada vez que ésta llega al área. Esa es la música de mi país, la de las transmisiones de fútbol.

Pero uno de los puntos más ilustrativos de las transmisiones son los vestuarios. Son ellos, los llamados “vestuaristas”, los únicos que verdaderamente tienen contacto con los protagonistas. Lejos de esa cabina “intocable” de donde se emiten los juicios más contundentes, ellos son los que deben hablar ante la atenta, y a veces fulminante, mirada de jugadores, cuerpo técnico, allegados al club, etc. Y el domingo pasado, al que le tocó ser quien comparta las sensaciones de Juventud de las Piedras, fue a mí.

Siendo un equipo de corto recorrido en primera división,  viven cada ida al Estadio Centenario como un verdadero hecho. Allí, donde juegan Suarez, Forlán, Cavani, A veces Messi. Allí donde se jugó un Mundial y se lo ganó. Allí donde nace y muere la parte más rica de la historia de nuestro fútbol, allí van solo dos veces por año. Es, sin duda, un momento especial para ellos.

Los primeros en llegar fueron los utileros, vistieron los pasillos con sus colores, colocaron hasta elementos de marketing en las puertas y le dejaron todo pronto para sus reyes; los futbolistas. Mientras las radios hacíamos nuestras primeras salidas, comentando sobre la actualidad del equipo. Están los que van sin anotaciones y se descansan en su memoria, los que llevan carpetas llenas de hojas con información, tablas estadísticas, detalles, etc. Los que leen la información de los colegas. Todos juntos. ¿Celos? ¿Entre vestuaristas? No, eso déjelo para cuando la fama nos maree.

El permanente “cjj-cjj” de los Handies y las voces alzándose cada vez que salen al aire, son los únicos que rompen el silencio de un Estadio todavía vacío. Hay un momento en donde los vestuaristas son los reyes de la transmisión y es cuando se mete en medio de la emisión para decir fuerte y claro: “Llegó Juventud”.  Ahí, quien conduce la previa para todo lo que está haciendo para darle un “Adelante en el vestuario locatariooooo” y para nosotros es como que si nos abrieran el telón de un teatro.  Y todo para describir uno a uno la llegada de los futbolistas y preguntarle cosas como “¿Cómo estamos hoy?”  “¿Jugás?”  “¿Todo bien?”. Como si el protagonista fuera a respondernos algo más que “Bien”, “Sí” o “Todo bien, gracias”. Pero es nuestro momento, respétennos.

Ahí la armonía varía. Las canciones de cumbia que se filtran desde el propio vestuario ya nos predisponen de otra manera. Mientras todos se acomodan, los vestuaristas conversamos con un auricular en la oreja por si nos llaman. Poco nos importa lo que está sucediendo al aire, digamos la verdad, todos conversamos sobre nuestras vidas, hasta que escuchamos nuestro nombre al aire.

Va llegando la hora del partido y ya la música bajó. Se escucha algún cántico de la hinchada, más movimiento alrededor, algún grito arengador del técnico hasta que, finalmente, se abre la puerta y salen los leones. Con cara de malos, serios y llevándose todo por delante. Los tapones resuenan en el cemento y ellos con mirada fija, obnubilada. Ahí van, a decidir su emoción y la nuestra.

Juventud logró, por primera vez en la historia de torneos cortos, ganarle a Nacional. Una fiesta. Los utileros se abrazaban entre ellos, Mario Saralegui, actual director técnico y hombre muy identificado con Peñarol ingresó gritando enloquecido, los jugadores nunca tan predispuestos a hablar con nosotros como esta vez. Todo alegría, todo fácil para nosotros. El presidente habla de todo, tira hasta cifras de gastos y ganancias, los jugadores merecen selección, el DT es Mourinho, hasta te agradecen las notas. Nunca visto.

El vestuario tiene eso, tu trabajo también depende del resultado, tras 90 minutos te toca cubrir una fiesta o un velorio. Ésta vez, me llevé yo también los tres puntos. Yo también gané 2 a 0. 

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